24 de diciembre de 2008

Idea Suelta: Cuento de Navidad, recuerdo de viejas batallas

Hace poco más de un mes, mientras nadaba en las ventas Transformer en Mercado Libre, ocurrió un hecho que comprobó una vez más que en el universo existe un balance cósmico que pocas veces entendemos, pero siempre influye en nuestras vidas.

Empezaré con un poco de historia: en los inicios de la década pasada, me encontraba yo en los primeros años de mi educación secundaria. Los juguetes poco a poco llamaban menos mi atención y el mundo de los cómics cada vez más. Sin llegar a ser un megafreak de las historietas, si dediqué bastante tiempo —y dinero— a este pasatiempo, que creció un poco a la par con mi interés siempre activo por los videojuegos.

En fin, el caso es que un buen día, tome la mayoría de los juguetes ‘llamativos’ que me quedaban y fui a un tianguis a ver a un sujeto —conocido en los bajos círculos por hacer cambios gandallas a los niños incautos— para ejecutar un trueque con mis objetos infantiles por parafernalia Marvelita. De ese intercambio obtuve un par de cajas de tarjetas collecionables, algunas figuras X–Men y unos cómics. Entre las cosas que llevaba para intercambiar, se encontraban un par de Transformers Pretenders (de los cuales ya recuperé uno), vehículos de M.A.S.K., Dino Riders y otras tantas líneas que sólo llamaron mi atención momentáneamente.

Pero, probablemente el elemento más atractivo que llevaba yo en aquella caja de cartón, era uno de los juguetes más increíbles que tuve en mi infancia. Dicha pieza la recibí cuando cursaba el segundo año de primaria, como un reconocimiento a mis "buenas calificaciones" (para ser completamente honestos, nunca tuve problema para sacar buenas notas y eso que no era el típico nerd). Y no estoy hablando de un examen final o algo por el estilo, me la dieron, si no mal recuerdo, poco antes de la navidad de 1985. Nunca pedí el regalo, es más, ni siquiera expresé interés en él. Fue de esos obsequios que llegaron más como un regalo tal cual, que como un premio. El objeto en cuestión: La Estación Batalla de los Starriors. Tras 16 años de separación, la recuperé, literal...

—¿Me recuerdas? Claro que sí—

La venta en Mercado Libre era clara: una base con forma de cobra. Llegué a la venta por error (por estar buscando TF, como lo mencioné). Cuando vi las fotos tomadas por el vendedor del producto, mi corazón comenzó a latir con rapidez; no sólo se trataba del espectacular juguete que tuve en mi infancia, ¡ERA EL MISMO JUGUETE QUE EN ALGÚN MOMENTO PERDÍ! 


¿Cómo lo supe? Muy fácil: a finales de la década de 1980, me dediqué a coleccionar envolturas de dulces estadounidenses (sí, siempre he tenido el bug coleccionista). Guardaba las envolturas de los dulces que me traían mis familiares o de los viajes que realizaba. Sólo que había un pequeño problema, los guardaba con todo y dulce. Así es, no me comía el contenido de los paquetes/envolturas ya que nunca fui superfan de las golosinas tal cual. Ese detalle provocó que un día de verano, gracias al tremendo calor y al hecho de que utilizaba la Estación Batalla como ‘caja de seguridad’, varios chocolates se derritieron dentro. Al limpiar el interior, uno de los stickers no sobrevivió a la combinación de chocolate/agua/jabón y se rompió, dejando una marca característica en el interior del juguete. Pues bien, fue así como me di cuenta que la estación que vendía el sujeto era la misma que yo había dejado ir. De inmediato la compré y al día siguiente fui a recogerla.

—El pedazo faltante es igual a tener una marca con la leyenda ‘Propiedad de Andy, el coleccionista de envolturas de dulces’—

Cuando llegué al encuentro con el vendedor, le pregunté dónde la había comprado. Él comentó que en un tianguis muy cercano a donde yo viví durante mi infancia, cuando tuve el juguete. Esto es meramente circunstancial, pues el juguete lo cambié en otra zona de la ciudad. Pero me pareció curioso que terminara por esos rumbos. Es como si me estuviera buscando, cual mascota perdida en un cambio de casa. 


Revisé el sticker faltante e incluso, todavía en las hendiduras, tenía rastros del incidente con el chocolate. El vendedor, coleccionista de G.I. Joe, la adquirió pensando que sería algún vehículo raro de Cobra (la asociación terrorista), pero al parecer, nunca descubrió el verdadero origen de la base. Obviamente, le di una cátedra al respecto. Y le dije que se trataba del MISMO juguete que yo tuve cuando era pequeño. No lo podía creer. Y yo menos...

—Tal y como la dejé en 1992—

Un poco de historia. Starriors fue una línea de robots mecanizados (con motores de cuerda) que comercializó Tomy durante la década de 1980 (más info aquí). Me imagino que con Robotech, Transformers y demás series con personajes robóticos, todo el mundo quiso subir al vagón autómata. Los personajes eran armaduras —conducidas por pequeños humanos— que se caracterizaban por tener partes intercambiables. En la línea, que tuvo una vida relativamente corta (por lo menos en mi país), llegaron todas las figuras y los vehículos. Había un dinosaurio/dragón a control remoto que disparaba discos, un pterodáctilo con garras capturadoras y por supuesto, el santo grial de la línea que era la Estación Batalla, conocida dentro del universo Starriors como ‘La citadela de los sueños’.

—El guardían de la estación, el Space Jockey. ¿Me recuerdas? Nunca pude sacarte de tu cabina—

Para dimensionar el tamaño, costo e importancia del juguete, haré algunas analogías: La Estación Batalla era a los Starriors lo que Omega Supreme era a los Transformers G1, lo que el barco pirata era a Playmobil, el Tiranosaurio Rex a los DinoRaiders, el Halcón Milenario de Star Wars, la Estación de servicio a M.A.S.K., la base comando a G.I. Joe, el castillo Grayskull a He–Man, el tanque felino a los Thundercats, la Valkiria de Roy Focker a Robotech... 


¿Me expliqué? Era el tipo de juguete que sólo los niños mejor portados (o los muy maleducados con padres sinvergüenzas) tenían. Yo lo tuve y vaya que causó revuelo entre mi círculo de amistades...

—El módulo Serpiente, con espacio para autos, golosinas y figuras de acción de tamaño moderado—

En la época cuando la tuve, vivía en una unidad habitacional donde los chicos de la edad se juntaban para jugar por las tardes. Éramos un grupo cercano a los 20 que armabamos batallas épicas con Transformers, G.I. Joe y cualquier figura ochentera con un arma. Cuando salí por primera vez, en compañía de mi hermano, a jugar con la EB, el silencio invadió el área de juego... Nadie podía creer que yo tuviera ese juguete. Me imagino (no podría hablar de precios, ya que era yo muy joven para pensar en esas cosas) que el juguete era en extremo costoso y difícil de conseguir. Después del silencio, vinieron los “¿Podemos jugar contigo?”, “¡Tú eres nuestra base!”, “Tú dinos que hacemos...”. 


Esa era la idea: fui el niño más popular (una vez más) por tener un juguete poco común. En la escuela la situación no era diferente; nadie creía que yo tuviera el mentado juguete, y debido a que vivía yo bastante lejos de donde se encontraba la institución educativa, recibía pocas visitas. Un día, con tal de callarle la boca a más de un incrédulo, saqué todos los libros y cuadernos de mi mochila Samsonite y llevé la Estación Batalla COMPLETA. Como podrán imaginarse, con todo y que cerré más de cinco bocas, la baba corrió por litros ese día. Hasta el día de hoy, no conozco ninguna otra persona que haya tenido este juguete en su infancia, a diferencia de los ejemplos antes mencionados, que eran un poco más fáciles de encontrar en las casas de los amiguitos.

—En las sesiones de juego, el cañón dual “Viper” (bautizado por mi, gracias) era el equivalente al arma principal de la Estrella de la Muerte—

Al pelear en tantas guerras, la Estación Batalla perdió poco a poco varios de sus elementos, armas y vehículos complementarios. Pero a pesar de eso, siempre fue imponente. El juguete es bastante grande, si lo comparamos con otros vehículos/bases de la época. Hoy, soy el comandante de la Estación Batalla una vez más y me hace muy feliz recuperar el mismo juguete que en algún momento perdí. Esta vez, llegó para quedarse. 


Además de ser el emblema de cientos de batallas infantiles, también representa un recuerdo de lo fácil que era la vida cuando era pequeño, lo fácil que era salir para divertirte con los amigos y lo dificil que es crecer y poco a poco cambiar de intereses. A pesar de los +350 robots que tengo ahora, había olvidado lo importante que era mantener viva la parte ‘infantil’ del juguete, esa que hacía efectos de sonido para los disparos y creaba leyes físicas ilógicas para justificar las guerras con figuras de otras series animadas. Más que un juguete, la Estación Batalla será el monumento que me hizo recordar todo esto y tendrá un lugar de honor al lado de mi colección de Transformers.

—Como en los viejos tiempos...—

Aprovecho esta historia para desearle una Feliz Navidad a todos los lectores del blog. Pásensela muy bien en compañía de las personas que quieren y tómense un momento (como lo hice yo ahora) para recordar lo increíble que era ser niño, lo divertido que era tener juguetes y usarlos para lo que se crearon: para jugar. Vaya, como extraño hacer eso.

3 comentarios:

Andres dijo...

No tenia ni la mas absoluta idea de la existencia de esa linea de figura. Habran tenido una serie animada?
Felicitaciones por la nueva adquisicion, habra sido un buen regalo para estas navidades, no?

RUPER 3D dijo...

Gracias me has recordado mi infacia aun recuerdo a mi hermano mayor llegando con mi padre el dia de mi cumpleaños (no se cual, pero fue en primaria) con este regalo cargandolo en la espalda para que no lo viera y fue espectacular. Solo tenia un vago recuerdo de el hasta hoy. Y como bien dices fue un hit en la colonia.

Unknown dijo...

Yo tuve la fortuna de tener mi estacion, solia llamarle fortaleza cobra y aun recuerdo londivertido que era jugar con mis amigos a la fortaleza con sus juguetes y mi estacion, ya no recordaba tantos detalles como el eel guardian pero leyendo tu historia mi mente viajo mas de 25 años, no tengo idea del paradero de mi fortaleza pero estoy seguro que quien se lo quedo fue tan feliz como yo con el, saludos y muchas felicidades por tu reencuentro.