15 de junio de 2009

Idea Suelta: Fairies wear boots and Trolls wear Converse...

Durante la década de 1980, escuchaba a Alan Parsons Project, The Beatles y Pink Floyd —todos ellos por influencia paterna—. A principios de la década de 1990, lo admito, me llegó a gustar la música de Mc Hammer y los New Kids on the Block. Con el dinero de una mesada, compré cassettes de Black Box (Strike it up!) y MC Skat Kat and the Stray Mob (los felinos animados que tenían un video con Paula Abdul), selecciones que tuvieron que ver mucho con el entorno. Más adelante, bailé a ritmo de Marky Mark and the Funky Bunch, 2 Unlimited y Masterboy por la cuestión de las tardeadas juveniles. Ya para finales de esa misma década, Obituary, Entombed, Carcass y Napalm Death se anexaron a mis gustos, para convivir con el background metalero de los panas, al igual que Prodigy, Underworld y Cold Storage en tiempos del Rimel y el Pervert. Como verán, mis gustos musicales son bastante esquizofrénicos amplios. Pero dentro de toda esta cornucopia musical, desde que tengo memoria, siempre hubo una constante: Black Sabbath.

30% por influencia paterna y 70% por influencia de unos tíos (del lado paterno, cabe señalar), desde muy pequeño, los gritos de Johnny Osbourne se dejaban escuchar con regularidad en la casa. A pesar de ello, fue hasta 1990 que mi gusto por Sabbath se hizo oficial y mediante las enseñanzas de mis mencionados tíos (todos ellos fanáticos peligrosos y fichados del grupo) que el gusto se convirtió en una doctrina. Hoy, Black Sabbath es mi agrupación rockera favorita. Así de simple y sin discusión. Más allá del bagaje histórico que se carga el cuarteto de Birmingham —digo, no cualquier grupo tiene entre sus logros haber inventado un género musical—, el gusto por sus riffs y letras oscuras sobrepasa cualquier afición metalera que pudiera tener un servidor. No es de sorprenderse que la rola más tocada y cantada en Rock Band sea N.I.B. (a pesar de que el track del juego es un cover), y que entre mis plegarias nocturnas, se encuentre la petición de un Black Sabbath: Rock Band.

Hace tiempo, leí sobre planes de la banda de remasterizar, como mínimo, sus cinco primeros discos. La noticia quedó archivada entre tanto pendiente y apenas el viernes, por azares del destino, leí que mis dos acetatos favoritos de Sabbath llegarán a las tiendas norteamericanas el 30 de este mes. Ejem:


Dos ediciones de lujo, con material inédito y sonido completamente remasterizado. Un orgasmo auditivo total. Espero que aquí no tarden tanto en llegar para disfrutarlos en la comodidad de mi hogar y probar la potencia de mi Home Theater. Para adelantar los festejos, el viernes pasado compré lo siguiente:

De la línea Converse’s 100th Anniversary, la edición Black Sabbath World Tour 1978. El arte pertenece a la última gira que realizó el grupo con la alineación original. Mientras un servidor nacía en el mes de febrero de aquel año, el grupo se desintegraba producto de los excesos del volátil Ozzy, dándole fin a la primera gran era de la agrupación. Estaba en mis planes adquirir los Converse edición del álbum Vol. 4, pero ya no me alcanzó el dinero. Próximamente, si todo sale bien. Mientras, la rola de semana muy ad hoc...

2 comentarios:

Mnka dijo...

Muy buena compra, felicidades, saludos.

La novia dijo...

¡Hay que buscarlos! Un beso