5 de mayo de 2008

Bicicletas, dolor y gloria

Ayer, tras prácticamente meses de planeación, llegó el día de hacer un poco de ejercicio en dos ruedas. El Ciclotón de la Ciudad de México —circuito para bicicletas, patinetos y anexas que se lleva a cabo el último domingo de cada mes— fue el escenario para demostrar lo poco habituado que estoy a la actividad física demandante (o cualquier tipo de actividad que involucre algún tipo de esfuerzo, para el caso). Nos levantamos muy temprano en contra de nuestra naturaleza dormilona y nos encontramos en la Alberca Olímpica. El equipo,conformado por Rocío, Mayra, Alex, Moisés y un servidor —novia, cuñada, hermano, hermano de cuñada y el que escribe, respectivamente) inició actividades deportivas a las 9:00 am. Los resultados fueron mixtos, pero no mermaron la diversión en general...

—Mi vehículo, aka ‘EunucoMaker 2000’, cortesía del GDF, donado por la delegación Cuauhtémoc—

Una vez que nos facilitaron las bicicletas en un stand a las afueras del Gimnasio Juan de la Barrera, nos dispusimos a iniciar el recorrido. Algunos metros adelante, nos percatamos de lo incómodos que eran los asientos y lo maltratadas que estaban las cletas. Aunque al principio la pujanza y el buen humor eran más poderosos que la molestia generada por los mentados soportes, esto pronto se convertiría en el factor decisivo para nuestro avance dentro del circuito.

Algunos minutos más tarde, el grupo se separó, quedándonos Rocío y un servidor rezagados, mientras que Alex —quien cabe señalar, desde un inicio optó por recorrer el circuito en patines inliners— y el resto, se adelantaron. La primera prueba de resistencia se presentó en la parte elevada de rio Churubusco que cruza sobre Ave. Universidad, a la altura de Centro Coyoacán. Una vez más, la energía de los novatos pudo más que la física y conseguimos superar este obstáculo, para después hacer la primera parada en los pits, léase un Oxxo justo terminando la bajada.

—Primera parada de muchas, para hidratarnos y reposar las asentaderas—

Moisés, a estas alturas, ya había despuntado del grupo de Alex. Ellos pronto dejaron los pits para continuar el recorrido, mientras nosotros tratabamos de encontrarle la anatomía a los infames asientos. Continuamos con la travesía a lo largo de Churubusco, hasta cruzar Insurgentes, para después incorporarnos a Patriotismo, en donde tuve un nostálgico encuentro con mi dulce amor forzado.

—La dueña de mis quincenas, sobre Patriotismo—

Después de meditar algunos segundos sobre todos los momentos de felicidad que la antes mencionada corporación crediticia me ha brindado, seguimos sobre la Avenida hasta llegar a Benjamin Franklin, esperando encontrar al resto del grupo en el siguiente Oxxo. Es importante señalar que dichos establecimientos se convirtieron en puntos de descanso para los glúteos, más que un centro de reabastecimiento. Pero los punteros ya no estaban ahí. Íbamos demasiado atrás.

Mientras atravesábamos la Condesa, tuvimos que hacer una escala técnica, ya que el freno delantero de mi pareja se reventó. Por fortuna, los centros de hidratación y de servicio (ambos gratuitos) eran muchos y a la altura del Palacio de Hierro de Durango, pudimos resolver nuestro problema. Continuamos el recorrido con pedaleo lento, pero constante.

Casi a la altura de Av. Chapultepec, recibí un mensaje de mi hermano, que me indicaba que estaban ya en el Ángel de la Independencia. Le informé que ya estábamos saliendo de la Condesa e íbamos a tratar de alcanzarlos. Como era de esperarse, no lo logramos. Llegamos al Ángel 2 minutos muy tarde. Pero aprovechamos para integrarnos a la verbena y descansar nuestra parte trasera. A esas alturas, ya había adecuado una prenda de vestir como soporte, pero ni así pude mitigar el dolor causado por el pinche asiento de mierda.

—Mi acompañante tomándose unos minutos—


—Vista general del Ángel, al final cortamos por la propuesta de un desconocido—

Llevábamos poco más de 1 hora 30 minutos de pedaleo y fue entonces cuando mi pareja y yo decidimos intercambiar vehículos. El asiento en su bicicleta era ligeramente más cómodo que el mío y el dolor inglés (el que sientes en la ingle) era ya bastante como para ignorarlo. De cualquier modo, ella adecuó la prenda una vez más en el asiento y seguimos sobre Reforma con dirección al centro. Esta parte del recorrido fue una de las más cómodas: primero, por el bienvenido cambio a un asiento más benévolo y segundo, por el encarpetado de primer mundo en ese tramo del recorrido. De hecho, aproveché un alto obligatorio para filmar mi primer video sobre la marcha.


—El caballito, cuyo lomo era seguramente y por mucho, más cómodo que los asientos de nuestras trinches bicicletas—

Avanzando sobre Av. Juárez, descubrí una postura que me permitía algunos segundos valiosos de reposo a mi cabús. Esta consistía en rotar mi cadera ligeramente hacia alguna lado para depositar el enorme peso de mi ser sólo en una nalga. Así, por lo menos la otra descansaba. Todo esto funcionó de maravilla, hasta que llegamos a Madero, donde inició el via crucis de mi trasero sobre el estúpido adoquinado del primer cuadro de la ciudad.


—Sobre Madero, en un alto, pidiendo piedad por mi trasero—

Es importante puntualizar que nosotros desconocíamos la longitud y ruta del circuito. En algún momento pensamos que Eje Central sería la arteria que cerraría toda la trayectoria, pero no, estábamos muuuuy equivocados. Continuamos sobre el endemoniado piso irregular del centro, para llegar a Av. Pino Suárez, en donde, al ver una curva que seguramente nos llevaría hacia la Merced y más allá, decidí hablarle a mi hermano para conocer su estado:

Yo: ¿Qué onda? ¿Donde andan?

Alex: Yo estoy en Churubusco y Tezontle, me separé de Mayra y Moy en el centro.

Yo:
¿Por dónde sigue esta Madre?

Alex: Pasas por el Mercado de Sonora, Congreso de la Unión, un cacho de Viaducto y conecta con Churubusco....

Cabe señalar, que cuando dijo ‘Congreso de la Unión’ mi acompañante ya estaba aventando la toalla, al igual que los traseros de ambos. Con esperanza y aceptación, miramos la entrada del metro Pino Suarez. Sabíamos que habíamos llegado a nuestro límite. No por las piernas, que todavía daban para unos kilómetros más. En verdad, ya habíamos dado las nalgas... literal.

—Una imagen dice más que mil palabras—

Era ya mediodía. Se suponía que era hora de entregar nuestros vehículos ‘para darle oportunidad a más gente de divertirse’. Igual nos valió madre y en algún punto de la ruta, sabíamos que las íbamos a entregar tarde, sin el temor a las represalias. Después de todo, eran solo unos fulanitos púberes que tenían nuestros datos y credenciales de elector. Le informé a mi hermano que nosotros nos detendríamos ahí, para seguir una ruta alterna, sobre la línea 2 del metro.

Ya adentro, compramos nuestros boletos y cargamos con nuestros vehículos —el colmo total, si lo piensan un poco—. Una vez que llegamos a los torniquetes, no había poli policía que nos abriera la compuerta para pasar. Un señor muy amable (que seguramente era el encargado en ausencia, en esa y en cualquier otra estación), nos dijo ‘pásenle’. Yo creo nos vio muy jodidos y se apiadó. Nos remordió la conciencia entrar sin pagar, pero unos metros más adelante se nos olvidó.

Después de un conato de enfrentamiento con otro poli policía, quien nos pidió a su manera que ‘pasáramos a proceder a la parte trasera posterior del andén’, llegamos hasta la parte de atrás donde nos dispusimos a abordar el transporte.

-Si mire le traemos lo que viene siendo la bicicleta gubernamental prestada pa'l niño, pa'la niña...-

Aunque de pie, tuvimos un tiempo para descansar. El plan era descender en Ermita y continuar el recorrido hasta el punto de inicio. Una vez que bajamos del metro, caminamos al lado de los corceles hasta la calle de Alhambra, donde visitamos uno de tantos hogares en los que mi acompañante vivió cuando pequeña. Después de los minutos del recuerdo, nos incorporamos a Churubusco, para terminar con decoro la recta final del recorrido. El último esfuerzo: el ascenso de tal vía sobre División del Norte.

Unos segundos de pedaleo y un descenso veloz después, estábamos de vuelta donde empezamos, entregando nuestras bicicletas casi una hora más tarde de lo establecido.

—Alfa y omega, el principio y el fin—

Mi hermano ya estaba sentado, esperándonos... a nosotros y al resto del equipo que estaba a 20 minutos de completar el recorrido de manera correcta. Los hermanos M terminaron como los grandes. Pero el héroe fue mi hermano, quien pese al piso del centro, las subidas pronunciadas y demás obstáculos, recorrió los 32 km en patines. Toda una hazaña. Claro, no nos consta que de pronto le dio gueva y tomó un taxi (nadie podría comprobar lo contrario), pero confiamos en él, en su cara y en el memento que, orgulloso portaba.

—Una pulserita, que le daban a cualquiera en el Ángel. De haber sabido...—

Este es un mapa del circuito completo, con algunos indicadores de nuestros atajos y rutas alternas. Nada mal para ser el primero.

—¡Le dimos un Madrazo al ciclotón! (chiste político semiactual)—

Terminamos riendo, platicando nuestras experiencias, adoloridos (de todo el cuerpo (sí, de todo)), pero contentos con los resultados. No pudimos concretar, pero tan pronto consiga una bicicleta cómoda, regresaré y esta vez superaré mi marca personal. No se si sea el próximo, ni el que le sigue o el siguiente... pero lo haré. Mientras, trataré de disimular que camino como charrito y que cada vez que me siento, hago una breve pausa para evitar el contacto brusco de mi trasero con cualquier superficie.

Bien por el equipo.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

La verdad fue chido andar en la ciudad y sentarse en el pasto del ángel... esperemos que para la próxima podamos conseguir mejores bicis...
Un honor haber iniciado el recorrido con los hermanos M y Alex, esperemos que la siguiente vez podamos seguirles el paso.

Anónimo dijo...

Yo también he tenido ganas de ir, pero por la chamba no he podido, tendría que madrugar y la verdad mi cama ha ganado en cada ocasión que medio lo considero. Pero espero lograrlo algún día. Mi hermana va casi cada domingo(según yo son todos los domingos, o así era antes).Ya se compró su bici, pero antes tenía que chutarse los recorridos con las del gobierno, y según su opinión eran muy buenas y casi nuevas (yo me imagino que es por que le tocó casi al principio).

Anónimo dijo...

He leido toda la entreda y ha sido tan descriptiva que fué como vivirlo desde tus... ojos..
Una experiencia llena de momentos dignos de volver a vivir, menos el de subir el puente de churubusco que atravieza la viga en patines, despu{es de casi 30 Km patinando los calambres en las piernas hacen acto de presencia y una buena caida es inevitable.
Tenemos que volver...
Tenemos que volver.......